Una vez llego a la consulta de un Médico una anciana agachada y doliente, cansada y enferma.
Su cabeza dolía tanto que parecía estallar.
Su espalda dolía tanto que parecía quebrarse.
Sus piernas dolían tanto que parecían romperse.
Sobre sus hombros había tanto dolor que parecían aplastarse,
y sus pasos eran lentos, sin vida y agonizantes.
-Señora, ¿por qué no se quita esa inmensa roca que tiene sobre su cabeza?
Y la anciana miró y dijo:
-No sabía que tenía una roca sobre mi cabeza.
Y quitó la roca sobre su cabeza y pudo sentir alivio y pudo caminar un poco más aprisa.
Sin embargo, su andar seguía siendo lento y pesado.
Pero no contento el Médico insistió:
-Señora, ¿por qué no quita esa enorme viga que está cargando sobre los hombros?
Y ella tocó y dijo:
-No me había dado cuenta que tenía una viga sobre los hombros.
Y quitó la viga y pudo sentir alivio en sus hombros y caminar un poco más aprisa
Sin embargo la anciana seguía caminando lento.
Hasta que el Médico le dijo:
-Señora, ¿por qué no quita esas inmensas... inmensas piedras, esos inmensos bloques que usted está llevando en sus piernas? Porque no ha de caminar, trasladando murallas.
Ella volteó y miró y dijo:
-¡Gracias!... ignoraba yo, que estuviera llevando murallas en mis piernas.
Y pudo caminar más aprisa.
-Señora, ¿por qué no quita esas tablas que está llevando sobre sus espaldas?
Y todo parecía olerle y verse maravilloso.
Y en ese hermoso campo encontró un bello lago.
Y la anciana se agachó en el lago y miró su rostro reflejado en el agua pura. Y se vió como la mujer más joven y bella que jamás había visto.
-No me había dado cuenta que algún día me cargue estas tablas, se me había olvidado que algún día elegí cargarme todo esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario