sábado, 10 de octubre de 2009

Cómo afecta el trauma al cerebro

Los diferentes tipos de privación sensorial, el desamor, abandono o negligencia, abusos y otros hechos traumáticos experimentados en los niños afectan al desarrollo de sus cerebros y pueden causar disfunciones tales como RAD (Reactive Attachment Disorder,o Desorden del vínculo afectivo) y PTSD (Post-Traumatic Stress Disorder, desorden post traumático), principalmente al incrementar las hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina. Estas hormonas, diseñadas para responder ante los peligros físicos o psicológicos, preparan el cuerpo bien para luchar o para huir.
El niño aprende que el mundo es un lugar peligroso tras haber estado expuesto a un trauma prolongado o repetido, y el cerebro recuerda esto incluso después de estar viviendo en un hogar seguro y lleno de amor.
Las informaciones sugieren que estas experiencias pueden además causar un desequilibrio de la serotonina y la noradrenalina, elementos químicos del cerebro, en personas genéticamente predispuestas.
La Noradrenalina, la hormona cerebral de la lucha, actúa como acelerador emocional. Las experiencias traumáticas reiniciarán los procesos químicos del cerebro de manera que el niño estará siempre preparado para responder ante cualquier peligro (corazón acelerado, presión sanguínea alta, sobresaltándose fácilmente y con un comportamiento explosivo). Las investigaciones indican que los niveles altos de noradrelina son el sello químico del Desorden post traumático.
Los niveles normales de serotonina producen sentimientos de paz, bienestar y pensamiento claro. Si la noredranilina es el acelerador, la serotonina es el freno.
Si los niveles de serotonina son muy bajos, puede que un niño parezca agresivo en exceso, impulsivo o deprimido. Si los niveles son muy altos, el cerebro puede quedarse paralizado, temeroso de hacer cualquier cosa, como un animal tieso ante las luces de un coche. En los humanos esto se une al temor y a la rigidez que vemos en los comportamientos obsesivo-compulsivos.
Los padres proporcionan una seguridad contra una serotonina baja al alentar a los hijos, atendiendo sus necesidades y controlando sus comportamientos inadecuados a través de la imposición de límites.
Si la química del cerebro está entre un 5 a 10 por ciento fuera de lo normal puede dar lugar a una variedad de problemas mentales. En los fármacos estabilizadores de la conducta, tales como los inhibidores de serotonina subyace la idea de que los mismos parecen reestablecer el balance normal de los procesos químicos cerebrales.
El chocolate, las galletas y otras comidas ricas en carbohidratos elevan los niveles de serotonina. Cuando las personas deprimidas abusan de estos alimentos básicamente se están automedicando. Estos niveles de serotonina en el cerebro también aumentan ingiriendo alimentos ricos en triptofano (pollo, salmón, ternera, manteca de maní, garbanzos, levadura de cerveza, papas y leche).
El Doctor Bruce Perry demostró que la medicación que hace disminuir los niveles de noradrenalina en niños con desorden post traumático reduce su comportamiento agresivo.
Otros terapeutas están intentando bajar los niveles de noredranilina aumentando el sentimiento de seguridad a través de terapia y consiguiendo un lazo afectivo con los padres más fuerte. Incluso aquellos niños que nacen con cierta predisposición a tener unos niveles altos de noredranilina y unas reacciones temerosas deberían permanecer tranquilos en situaciones estresantes si están con unos padres en los que confían. Si el niño no se siente seguro con quien le cuida, la noradrenalina y la hiperactividad aumentarán. Esto explica por qué algunos niños adoptados no están tranquilos ante situaciones estresantes, incluso cuando están con sus padres, y es que todavía no confían en ellos.

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